Según Grindel, que parece basar su opinión sobre todo en la relación entre la disciplina que administra y la versión digital de la misma, estas aspiraciones son absurdas debido a que "los eSports no son deporte". El directivo aclaró que "el fútbol corresponde al campo de césped y no tiene nada que ver con otras cosas relacionadas con ordenadores".
Grindel explicó a los asistentes a unas sesiones organizadas por el periódico Weser Kurier que el escollo más duro para que crezcan las cifras de asociados a los clubes tradicionales no es la competencia de otros deportes y federaciones, si no el uso de dispositivos electrónicos entre los jóvenes, una situación que considera lamentable.
Entre las iniciativas a las que se refería Grindel encontramos la reciente organización el mes pasado por parte de Intel (uno de los principales patrocinadores olímpicos) de un torneo con 150.000 dólares en premios a escasos metros de las instalaciones de los Juegos de Invierno en Pyeongchang. El Comité Olímpico Internacional reconoció en noviembre los eSports como actividad deportiva, abriendo la puerta a su presencia en los próximos Juegos de Asia de 2022 aunque por el momento su postura está sujeta a ciertas condiciones: los juegos sobre los que se disputen estos enfrentamientos no deberían de contradecir los valores olímpicos por lo que la violencia podría suponer un escollo insalvable para muchos títulos.
El tirón económico de los eSports parece seguro más allá de toda duda, con estratosféricos cálculos como el que sitúa el crecimiento anual de la cifra de ingresos en más del 38 % y un valor estimado para 2018 que ya roza los 1.000 millones de dólares. Sin embargo, a su consideración e imagen con respecto a los deportes tradicionales parece esperarles un camino mucho más complicado. En palabras de Grindel, "espero que no lo consigan".